La La Land: Amor o Éxito


La primera vez que me recomendaron “La La Land: La ciudad de las estrellas” me mostré escéptico. Otro musical con una historia de amor, contándome lo mismo de siempre. Y es que tristemente, el único musical que me pareció aceptable desde aquellos de la edad de oro de los musicales fue Los Miserables, de Tom Hooper. Hasta que me senté a ver esta película.


El comienzo de la segunda gran película de Damien Chazelle, nos retrotrae a aquella época dorada, en la que el Cinemascope y el Technicolor se anunciaban en las películas como gran novedad y sorpresa. Parece decirnos que La La Land no es otro musical más de nuestra época, La La Land es otra cosa. De este modo, seguido de un gran número musical, dotado de la espectacularidad de antaño, Chazelle nos introduce en la vida de Mía, una actriz su lucha por salir adelante en la Ciudad de las Estrellas. Este número musical, a pesar de su aparente sinsentido acorde al resto de la película, nos presenta el tema principal: la búsqueda del éxito. Un objetivo a seguir, mientras la cotidianeidad del día a día te abate, y tú estás ahí, Another Day Of Sun.

Y así, enfrascados en la rutina, Mía y Sebastian pasan el tiempo entremezclando sus vidas accidentalmente, ella sin un trabajo serio, y él, músico de jazz, obligado a tocar en una cutre banda de fiesta. Es en ese momento tan bajo de la carrera de ambos, cuando cupido Chazelle cruza sus caminos en otra oda a la era dorada de los musicales, un tema dialéctico en el que ambos se unen en una coreografía alegórica de lo que es enamorarse, y todo esto, a golpe de Jazz.

Porque, a pesar de que hay quien dirá que el realizador de la cinta es un melómano, en realidad es un amante del Jazz como Sebastian. Y es que este, al igual que Andrew en Whiplash, es un alter ego del director, un testarudo amante del Jazz en busca de su sueño.
Y pasa el tiempo, y ambos viven felices en una ilusión musical en la que todo parece acariciar a los personajes y al público en una bucólica fantasía.

Pero no todo son luces y colores, y aquí es donde Chazelle golpea. Mía deja su trabajo y las deudas empiezan a acumularse. Hasta que una antigua amistad de Sebastian le ofrece un trabajo que podría aportarle una estabilidad y quizá cumplir su sueño más adelante mientras ayuda a Mía con el suyo, pero a cambio debe renunciar a su testarudez y a su “Pincho de Pollo”.

Aquí es donde la música consigue su máximo efecto, con “City of Stars” como soliloquio de Sebastian. Pero no es un soliloquio alegre, como puede ser “Singin’ in the rain” en la película homónima. Es un soliloquio triste. ¿Realmente estoy viviendo mi sueño? ¿Es todo alegre?, parece preguntarse. A pesar de que, en la segunda versión de este, Mía le demuestra su apoyo y amor, él no parece seguro de lo que está haciendo.

Sebastian renuncia a su sueño, de modo que Mía puede sacar adelante el suyo, pero esto le lleva a un éxito que no desea y al fracaso, romántico y personal. Pero Mía consigue una audición y con otro soliloquio, pero esta vez de Ella, el director apela a los locos que sueñan, hablándoles a la cara. Y es que no es Mía cantando, es Chazelle interpelando a los soñadores, diciéndoles a la cara que son grandes, pero que no sólo basta con soñar.

Como en Whiplash el amor parece ser un estorbo, y los personajes solo consiguen triunfar cuando se liberan del mismo, y de su concepción ideal. Para Chazelle, sólo hay dos opciones: O amas a una persona, o triunfas personalmente; y tristemente, en la realidad, a veces esto es completamente cierto. No todo es como lo soñaste, y a veces las cosas tienen que dejar de ser como en tus sueños para poder llegar al éxito.

En La La Land ambos triunfan, pero por separado. No contento con ello, Chazelle decide reunirlos, volver a cruzar sus vidas años después, como Geneviève y Guy en Les parapluies de Cherbourg. Y, de nuevo, con un número fantasioso reminiscente a Cantando bajo la lluvia, se nos genera la duda que a todos nos ha surgido alguna vez: ¿qué hubiera pasado sí…? Pero esta vez nos da la respuesta: Puede hubiera sido bello, puede que todo estuviera igual; pero así estamos bien.

Y es que La La Land, es un musical moderno con reminiscencias a aquella época en la que Astaire, Gene Kelly y Ginger Rogers nos entretenían. Está dirigida con un cariño y cuidado excepcional, que a través de todos sus elementos te enamora para decirte, “muchacho, no te enamores”. Y, si lo haces, no esperes triunfar. Al menos, como tú quisieras.

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Si aún no habéis visto "La La Land: La ciudad de las estrellas" aquí os dejo el enlace al tráiler de la misma.

Comentarios

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